La marcha ciclodeportiva de Alfarnate es un evento ciclista que celebra su XXV edición en este 2024 en el corazón de Málaga. Aquí, tanto ciclistas expertos como aficionados recorren puertos míticos y disfrutan del paisaje montañoso de la Axarquía. Es una cita donde cada año los miembros del Club Alfarnate se esmeran en que todo esté perfecto: desde la seguridad en el recorrido hasta los avituallamientos, para que los ciclistas solo tengan que preocuparse de disfrutar. Dedicación que se nota en cada rincón y en cada tramo, y eso hace que el evento sea una experiencia redonda.
Las líneas que siguen son una crónica que protagonista de esta historia, Francisco Javier Genil, miembro de nuestro Club Ciclista Puente Genil, vivió junto a sus compañeros del Club: Antonio Franco, Edu Gil, entre otros.
Desde que se llegó al evento por la mañana bien temprano se respiraba ese ambiente inconfundible de las carreras. La temperatura estaba fresca, algo que los ciclistas agradecieron, aunque todos sabían que el calor iba a ver un factor determinante en el recorrido.
Nada más acercarse a la línea de salida se hacen la foto de rigor, las caras van reflejando nervios a la misma vez que emoción.
Como es habitual en recientes ediciones la marcha comienza con un tramo neutralizado y en esta ocasión permitía avanzar sin prisas, aunque nuestro compañero Antonio Franco, uno de sus amigos, no perdió la oportunidad de recordarle a Genil que mantuviera la calma: “No te estreses y guarda fuerzas, que queda un buen rato”. Sabias palabras.
Durante el tramo neutralizado, Francisco se encontró con un viejo amigo de Málaga que iba con energía, así que decidió pegarse a su rueda, confiando en que el malagueño conociera bien el camino. Llegaron al pistoletazo de salida y al ser tramo libre ya el ambiente se tornó serio.
El arranque fue intenso, con el potenciómetro marcando 300 vatios que no bajaban y las pulsaciones en 175 desde el inicio, anunciando una jornada exigente. El pelotón comenzó a estirarse, y pronto aparecieron los primeros grupos: los que iban «a todo gas» y aquellos que empezaban a sentir el esfuerzo inicial. Junto a Francisco iba Edu, otro de nuestro componentes del Club Ciclista, que se notaba fuerte y generoso, intentando tirar para enlazar con los grupos de adelante. Francisco, en cambio, se daba cuenta de que ese ritmo no era sostenible para él. Poco después, Franco los alcanzó y soltó una broma: “¿Ya? ¿A dónde ibais?” Su comentario, como siempre, aliviaba las tensiones.
Al llegar a Alfarnate, el grupo de unos diez ciclistas coronó el Puerto del Sol y comenzó el descenso. En una curva, Franco perdió la trazada, pero logró recuperar la distancia al final de la bajada. Llegó entonces el momento de subir el Boquete, y ahí Genil se dio cuenta de que estaba con ciclistas de gran nivel. Decidió regular su esfuerzo y subir a su propio ritmo. Para su sorpresa, iba bien, manteniendo una media de 243 vatios y, a pesar de la dureza, se encontraba cómodo. A mitad del puerto, Juan Almazán, alfarnateño de nacimiento y uno de sus íntimos amigos que le cambió el bote de agua sin necesidad de parar, un gesto que le dio un impulso de ánimo extraordinario.
Al coronar, Franco y Edu que ven
Ian unos treinta segundo retrasados volvieron a su lado, y junto a ellos pudo superar los tirones en los aductores que empezaban a aparecer en las piernas de Genil. Edu, atento, le ofreció su hombro en un tramo crítico, ayudándole a sobrellevar el dolor. Aunque Edu le animaba a tirar adelante, él prefirió aguantar junto a sus compañeros. Poco después, pararon en un avituallamiento, y Franco tomó el liderazgo, tirando con fuerza mientras Genil se mantenía a su rueda, agradecido por cada sombra en el asfixiante calor.
Coronaron el Puerto de Alazores y comenzaron el descenso. Franco y Genil iban en cabeza, pero el grupo les alcanzó en un tramo favorable. Allí aprovecharon para charlar un rato, aunque Genil solo pensaba en los calambres y en lo que aún quedaba por recorrer.
El siguiente desafío fue la subida al Vilo, con sus rampas de dos dígitos. Agotado, casi pierde el equilibrio al resbalarse de la maneta, y el cuerpo le recordaba que el esfuerzo estaba ya al límite. Llegaron al último avituallamiento, a los pies del Puerto del Sol, y un compañero de Alfarnate le rellenó el bote de sales rápidamente, un alivio enorme. La subida se tornaba una procesión, y cada uno intentaba seguir su propio ritmo. Franco, con su habitual compañerismo, le advirtió a Genil sobre lo que aún quedaba. Él ya conocía el tramo, aunque en esas circunstancias, solo esperaba poder coronar sin más calambres.
A falta de 1 km para coronar, un compañero con el que Genil había subido el Boquete lo alcanzó. Coronaron juntos y, en el último kilómetro de bajada, intentó recortar alguna posición más. “¡Voy por la derecha!”, le avisó, mientras hacía el último esfuerzo en un sprint hacia la meta. Cruzó agotado, pero con una satisfacción inmensa.
Al llegar, Juan y Goyo, hermanos Almazán le esperaban para felicitarlo. Enseguida llegó Franco, quien, al igual que él, estaba agotado pero contento, y luego Edu, igualmente extenuado. Todos coincidían: había sido una marcha durísima, no solo por el desnivel, sino también por el calor.
A pesar del sufrimiento, la experiencia fue inolvidable. Compartir estos momentos con los compañeros y superarse juntos era lo que realmente hacía que estos días fueran memorables. ¡Hasta la próxima aventura!

Gracias como siempre a la colaboración de Diputación de Córdoba

Published On: mayo 28th, 2024 /